900 terneros

 


A la deriva han quedado 900 terneros durante más de dos meses en un buque que los transportaba hacia la muerte. Sin agua y sin comida han ido enfermando y muriendo muchos de ellos. Después de este tiempo de agonía en que han sido rechazados en los puertos donde pretendían desembarcar, después de tanto dolor y tanta fatiga, tanta hambruna y escasez, han llegado al puerto de Cartagena para ser sacrificados. Ya no sirven para nada más que para ser exterminados. ¡Qué pena descubrir que estos actos tan perversos aún se siguen sucediendo! Y encima tanto sufrimiento no ha servido para absolutamente nada.

Estos animales eran para consumo humano. Pero, después de las condiciones en las que viajan me pregunto qué trato es el que damos a los animales que nos sirven de alimento. Esta es la calidad de la comida que ingerimos y después pretendemos permanecer sanos y lustrosos sin desarrollar enfermedades. ¿De verdad el ser humano es tan iluso?

Comprendo cualquier tipo de alimentación que cada persona decida llevar, es una decisión muy personal y respetable. Sin embargo, qué trato tan horrible y aberrante damos a los animales con los que nos alimentamos. ¿Es necesario infligir tanto sufrimiento? Explotamos todo lo que cae en nuestras manos con tanta crudeza, nos apropiamos de lo que no nos pertenece, manipulamos para sacar el máximo provecho a los recursos. La mayor parte de la carne que ingerimos procede de animales que viven hacinados durante toda su corta existencia, y digo corta porque además se acelera su proceso de crecimiento y maduración para que estén listos para morir cuanto antes. Se les explota y se les tortura sin ningún tipo de respeto.

Cuán alto creemos haber llegado en nuestro desarrollo evolutivo y qué poca humanidad hay dentro de nosotros. Tantos avances tecnológicos no han hecho más que darnos un falso convencimiento de nuestra superioridad ante todo lo demás cuando en realidad somos tan insignificantes como parte del universo en el que vivimos. ¿Será esa la razón por la que necesitamos controlarlo todo? ¿por el miedo a descubrir lo insignificantes que somos?

Y, por otro lado, ¿qué se hace con estos animales sacrificados? ¿se queman, se destruyen por completo o vuelven a nuestra mesa en algún tipo de combinación macabra? Sinceramente, ya me espero cualquier cosa de esta sociedad que tan poco respeta la vida, tan deshumanizada y tan preocupada por aprovechar los recursos hasta el máximo posible. El ser humano tiene demasiadas ansias de matar y destruir, que será una de las causas de la propia autodestrucción.

Lo sucedido con estos 900 terneros debería ser un punto de inflexión para hacernos reflexionar sobre el concepto que tenemos de amor a la vida y a lo que nos alimenta. Demasiados animales sufren por el dolor permanente que les causamos y que, indirectamente, también es un reflejo del dolor que nos autoinfligimos. 


Comentarios

Publicar un comentario