Todos pasamos por situaciones complicadas a lo largo de nuestra vida, es como que nos está poniendo a prueba constantemente dándonos lecciones sobre cómo vivir, enseñándonos a tomar caminos diferentes a los que normalmente transitamos, forzándonos a salir de nuestra zona de confort y actuar con valentía.
Cualquier circunstancia que nos suceda, pero en particular, aquellas que son dolorosas, aquellas que nos tocan en el alma y nos rompen un poquito el corazón son las que más nos enseñan, las que más fuerza y poder tienen sobre uno mismo, las que más nos remueven. Y lo hacen con tal magnitud que no queda más remedio que reflexionar acerca de la propia existencia y tomar las decisiones que sean necesarias para transformar la vida y encaminarla hacia ser mejor persona, con una buena predisposición a ayudar y dar lo mejor de uno mismo.
Cuando un hecho trascendente nos sucede, por ejemplo, una relación que se termina, una pérdida, ya sea de un familiar o de un amigo, incluso un trabajo, es cuando debemos plantearnos qué clase de vida es la que estamos viviendo y si estamos satisfechos con esa forma de vivir. A veces nos queda la sensación de que podíamos haber hecho más y nos hacemos preguntas del tipo: ¿qué más podía haber puesto de mi parte?, ¿pude implicarme más en la relación para que fuera más duradera? o ¿realmente lo di todo de mí?.
Con frecuencia creemos que disponemos de todo el tiempo del mundo y olvidamos cuidar de los pequeños detalles que son los que, al final, nos proporcionan esa sensación de satisfacción y felicidad, de sentirse lleno y en paz. Muchas veces pasamos por la vida con mucha falta de profundidad y esmero en lo que hacemos, poniendo nuestra atención en cuestiones superficiales que solo sirven para alimentar nuestro ego.
Sin embargo, cuando cuidamos nuestras relaciones personales, cuando tratamos a los demás con cariño y respeto, cuando nos afanamos en dar más que en recibir, damos valor a la otra persona, al tiempo compartido, a las experiencias vividas. Y así, cuando llega el final de una relación, cuando algo no tiene remedio o no hay marcha atrás, cuando algo se ha roto o no sale como nos gustaría, descubres que te sientes en paz contigo porque has invertido cada segundo en dar sin esperar nada a cambio.
Así es la vida, un continuo aprendizaje en donde lo que importa es actuar con honestidad para uno mismo. Siempre tendremos que pasar un duelo para gestionar lo perdido y ver qué enseñanza es la que nos está mostrando dicha situación. Y lo mejor de todo estar en paz por haber disfrutado al máximo del tiempo compartido.
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