La vida está en continuo movimiento y, te puedes quedar quieto esperando a que llame a tu puerta o puedes tomar la decisión de subirte a los trenes que pasen y vivirla. Tú decides si quieres ser un mero espectador y ver cómo la vida se va pasando o quieres tomar las riendas, tomar responsabilidad y abrirte a ella, a su magia, a experimentar lo que ocurra y aprender de todas las experiencias. Y esto es una decisión muy personal que cada uno es libre de tomar.
En un segundo te cambia la vida.
En un segundo te deja tu pareja y en un segundo aparece una persona maravillosa con la que vuelves a ilusionarte.
En un segundo creas un lazo de amistad con alguien para toda la vida y en segundo has perdido a tu mejor amigo.
En un segundo tienes una salud de hierro y en un segundo tienes que someterte a una intervención a vida o muerte.
En un segundo te sientes poderoso y en un segundo te consideras la persona más desdichada del mundo.
En un segundo se te escapa el autobús o pierdes un avión y en un segundo estás empezando a descubrir una nueva ciudad.
En un segundo conectas con otra persona y en un segundo te sientes totalmente desconectado de todo y de todos.
En un segundo te sientes rebosante de energía y en un segundo parece como si las fuerzas te hubieran abandonado por completo.
En un segundo consigues un puesto de trabajo para toda la vida y un segundo te quedas sin ingresos.
En un segundo te compras una vivienda y en un segundo la pierdes.
En definitiva, el reloj nunca se detiene, sigue girando sus agujas…
Puede parecer que un segundo no es nada, y al mismo tiempo, lo es todo. No malgastes ni un segundo de tu vida en aquello que no te aporta bienestar. Dedica cada segundo a hacer aquellas cosas que te enriquecen el alma y te aportan plenitud, porque en un segundo puede pasar cualquier cosa. Vive cada segundo como si fuera el último, porque la vida es ese segundo.
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